"Sembrando la utopía" de Alberto García-Teresa, por Rafael Calero

Por Rafael Calero Palma.



Es posible vivir sin fingir que se vive”. Este verso lo escribió el poeta portugués Manuel Alegre y está contenido en uno de sus poemas más célebres: “Letra para un himno”. De este verso surge, como un manantial de agua fresca, el nuevo poemario del poeta Alberto García-Teresa, A pesar del muro, la hiedra (Huerga y Fierro Editores, 2017).

Alberto García-Teresa nació en Madrid en 1980 y, a pesar de su juventud, ya tiene a sus espaldas una sólida carrera que toca varios palos: la crítica literaria, la creación de varias antologías poéticas, la poesía y el relato corto, la dirección de revistas literarias así como la corrección estilística de obras ajenas. Alberto realizó estudios de Filología Hispánica y se doctoró con una tesis rompedora y poco convencional titulada Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) (Editorial Tierradenadie, 2013) en la que llevaba a cabo un exhaustivo trabajo de investigación sobre ese colectivo de poetas, mujeres y hombres, que desde hace varios lustros han puesto en marcha un proceso de renovación, temático y estético (también estético, por qué no decirlo, al fin y al cabo, hablamos de poesía) de la más reciente lírica española. Al mismo tiempo, García-Teresa se encargó en ese ensayo de establecer las bases teóricas de un movimiento en el que se engloban creadores tan interesantes y necesarios como Antonio Orihuela, Jorge Riechmann, Enrique Falcón, Ana Pérez Cañamares, Matías Escalera, Isabel Pérez Montalbán, Antonio Martínez i Ferrer, David Castillo, y un larguísimo etcétera que, día a día, ve aumentar su nómina de manera imparable.

En mi opinión, a la dedicación y a la pasión que García-Teresa pone en cada uno de los proyectos que emprende, debemos una de las mejores (qué carajo, me atrevo a decir que LA MEJOR) antología de poesía española contemporánea que se ha publicado en lo que llevamos de siglo XXI. Me refiero, por supuesto, a Disidentes: Antología de poetas críticos españoles 1900-2014 (La oveja roja, 2013), un libro que es un auténtico tesoro para adentrase en la poesía escrita en el estado español en las últimas décadas y que no debería de faltar en la biblioteca de cualquier lector o lectora que se precie.
Como poeta Alberto ha publicado varios poemarios en la última década: Hay que comerse el mundo a dentelladas (Baile del Sol, 2008), Oxígeno en lata (Baile del Sol, 2010), Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012), Abrazando vértebras (Baile del Sol, 2013) y La casa sin ventanas (Baile del Sol, 2016), así como de la plaquette Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética (Umbrales, 2008). También ha hecho sus pinitos en el mundo de la prosa, publicando el libro de microrrelatos Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos (Amargord, 2013).

Y sin embargo, detrás de la figura corpulenta y quijotesca de Alberto García-Teresa hay mucho más. En él podemos encontrar, por ejemplo, al activista incansable, al defensor de cuanta causa perdida se le pone delante: no importa que esa causa sea laboral, cultural, económica o de cualquier otra índole. A Alberto se le puede encontrar organizando un ciclo de lecturas poéticas o dictando una conferencia sobre la relación entre poesía y ecología; o se le puede encontrar tratando de detener un desahucio o manifestándose contra la Ley Mordaza o se le puede encontrar junto con otras/os compañeras/os poetas compartiendo sus versos en la Plaza de Lavapiés, pidiendo que se dé asilo a los refugiados de cualquier guerra. Estamos pues, ante un poeta que vive el compromiso desde la militancia, y esa militancia está impregnada de muchos y variados matices: el ecológico, el animalista, el feminista, el anarquista, el pacifista y antimilitarista, el anticapitalista, etc.

Viene todo esto a cuento porque la obra más reciente de Alberto García-Teresa, A pesar del muro, la hiedra, es, como no podía ser de otra manera, un poemario en el que todos los “Albertos” que son (y como hemos visto, son muchos) conviven en armonía en estos poemas.

En los versos de su nueva obra hay lugar para la denuncia de esta vida moderna, consumista y deshumanizada, que nos asfixia y nos destruye, para el combate desigual contra el Poder (Alberto lo escribe siempre en mayúscula) que nos aliena y nos trata como meros figurantes; para la rabia y para el grito desesperado contra la guerra, contra el paro, contra el capitalismo asesino y despiadado que nos arrastra a la miseria, contra la manipulación mediática que nos engaña y nos manipula. Pero también hay espacio entre estos poemas para la belleza, para el compromiso con el ser humano (un posicionamiento muy influido por el pensador y poeta norteamericano David Henry Thoreau), para la esperanza entre tanta basura postmoderna, para ir abriendo senderos que recuperen las utopías y los sueños que, en muchos casos, se han ido quedando muertos en el arcén, como perros atropellados.

A pesar del muro, la hiedra, está divido en tres partes: la primera, compuesta por 49 poemas, de diferente extensión, entre los que destacan poemas como, “Burócratas”, “Paz social”, “Alguien”, “Centro comercial”, y sobre todo un poema que, con toda seguridad, no dejará a ningún lector sensible, indiferente: “Sobre lo visible, lo invisible y las propiedades de los traslúcido”, un poema certero y rotundo, hermoso en su desesperación, que se puede interpretar como una poética o declaración de principios por parte de su autor. 

La segunda parte del libro está formada por un solo poema, breve, conciso y triste, pero al mismo tiempo, esperanzador. Se trata de una elegía que el autor dedica a Kriser, el perro con el que ha convivido durante más de 17 años, y al que el poeta da las gracias porque “nos hiciste más humanos.”

Se cierra el libro con un extensísimo poema, escrito en versículos largos, y que, no me cabe ninguna duda, es lo mejor que ha escrito hasta la fecha el poeta Alberto García-Teresa. No es complicado rastrear entre los versos de este poema las huellas del maestro Walt Whitman, las de los poetas de la Generación Beat (sobre todo el Ginsberg más político y comprometido con su época, el menos hedonista), las de la poesía social española de los cincuenta y sesenta (la de Celaya, la de Otero, la de Figuera Aymerich), o las del Neruda que escribió las “Odas Elementales”. Estamos ante un poema que admite docenas de lecturas, y al que siempre se le encontrarán nuevos matices, nuevos vericuetos que nos llevarán a otras interpretaciones, nuevas aportaciones en las que previamente no habíamos reparado. Estamos ante un poema que nos indica que su autor va a contar y mucho en los años venideros. Y si no, tiempo al tiempo.

Alberto García-Teresa ha dado, con este nuevo libro, un paso de gigante en su obra poética. Partiendo de ese territorio común que es la poesía de combate o la poesía de la conciencia crítica, ha avanzado un pequeño pasito, hacia una poética personal, demostrando a quien se acerque a esta obra, que mala leche y belleza no tienen por qué estar reñidas, sino todo lo contrario, ambas pueden caminar juntas de la mano, fraternalmente.

Sólo me queda añadir un pequeño consejo: buscad este libro y leed sus versos. Merece la pena.


Blog de Alberto García-Teresa:

www.albertogarciateresa.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

Piedad Bonnett - Los habitados

¿Qué murió con Meñique? Y el materialismo del encuentro.

"Dunkerque" de Nolan, o lo tribal sublime.