¿Qué murió con Meñique? Y el materialismo del encuentro.




Mientras el panorama parlamentario se calienta, aunque no terminemos de saber si cuece realmente algo, y nos ahogamos bajo mil y una interpretaciones de los mismos hechos en las redes, escribir sobre una serie de TV es, sin duda, un ejercicio de cinismo y superficialidad. Pero, una vez que tenemos esto claro, deslicémonos.

Esta última temporada de Juego de Tronos ha traído algunas novedades, y para mí la más descorazonadora ha sido el fin de mi personaje favorito (pódium que alcanzó por la desfiguración de Tyrion Lannister en los últimos tiempos), Petyr Baelis, "Meñique". Su desaparición da pie a un nuevo tablero, en el que sólo los elegidos por los dioses o la cuna pueden mover sus piezas.

El tejedor de madejas, el más pequeño de la tierra de Los Dedos, Meñique. Un origen humilde que no detuvo su ambición, y en la lucha para medrar hasta el trono, aunque se quedara tan tristemente por el camino, podemos sacar algunas conclusiones. La primera es que en la serie tienen muy claro para qué ha servido esa gloriosa época en la que podía caer cualquiera en desgracia: engalanar a los verdaderos elegidos. Al final, parece que Juego de Tronos nos va a vender la misma idea de que sólo los elegidos pueden influir y cambiar las cosas. Al menos, Cersei no es miembro de la estirpe legitimamente heredera, aunque sin duda ha estado siempre en las altas esferas, pero está claro que al final, el caótico mundo en el que cualquier héroe podía caer, sólo ha servido para dar más valor a quienes quedan, y lo hacen precisamente por su rasgo fundamental: son hijos de una tradición que les abala, les hace inmortales, semidioses.

En un mundo de leyendas y epopeyas, donde los grandes nombres marcaban los grandes destinos, ¿cómo hacer que el juego del poder deje de ser algo exclusivamente de los de arriba? Desde luego, Meñique no trata de alcanzar ningún horizonte de emancipación colectivo. Lo suyo es ir a lo suyo. Pero, para ello, ha tenido que dejar de lado algunos cuentos que, con su desaparición, la serie se esfuerza en apuntalar hasta nueva orden. Daenerys, Jon Nieve y Cersei, tienen una posición privilegiada: juegan a mapa completo. Tienen un plan y una estrategia, tienen proyectos a los que sumar a los demás, marcan las reglas. Meñique sólo tiene el acontecimiento y el caos.

Cuando tienes dragones voladores o una espada de acero valiryo, o eres inmortal, o cuentas con una gran casa y contactos con el Banco de Hierro, tu partida es muy clara. Has de saber jugar, claro, pero tu principal intención es convertir el campo de batalla en TU campo de batalla. Que se juegue a lo que tú quieres jugar, que se hable de lo que tú quieres que se hable, que se luche por lo que tú quieres que se luche, a favor o en contra, pero ya es un triunfo situar el plano de la confrontación. Por ejemplo, Jon Nieve intenta poner el plano de la amenaza de los caminantes blancos, Daenerys la necesidad de restituir su apellido y un mundo gobernado justamente, y Cersei el orden de un mundo sin salvajes, donde la ley garantiza el orden más allá de que sea o no justo.

Sólo quienes disponen de los medios de producción (tanto a nivel económico como cultural) pueden generar su propio nivel de confrontación. Pero, ¿qué les queda entonces a quienes no disponen de esos medios?

"El caos es una escalera".

Todo intento magnánimo de crear un nuevo orden, o sostener el que existe, por parte de quienes tienen medios para hacerlo, tiene su fortaleza en ese "¿qué es lo que nos queda cuando abandonamos la mentira? El caos, el foso confuso que aguarda para engullirnos a todos", le replica Varys a Meñique en la escena que encabeza este post. Eso es. Nos aferramos al relato porque su ausencia nos aleja de los puntales que sostienen nuestros actos. Pero que, a la vez, nos hacen jugar al juego de los poderosos, de forma que sólo podemos jugar tomando parte de sus bandos. Fuera, seríamos aplastados.

Pero Meñique responde: "El caos no es un foso. Es una escalera." Se refiere, interpreto, a las oportunidades de caer y subir que no están firmemente defendidas por tu apellido o por tu destino, sino por lo aleatorio.

Louis Althusser dedica su "Por un materialismo aleatorio" a: "un materialismo del encuentro, así pues de lo aleatorio y de la contingencia, que se opone como un pensamiento muy diferente a los distintos materialismos que suelen enumerarse, incluso al materialismo comúnmente asociado a Marx, Engels y Lenin que, como todo materialismo de la tradición racionalista, es un materialismo de la necesidad y la teleología, es decir, una forma transformada y encubierta de idealismo."

Es muy osado por mi parte tratar de utilizar este (y cualquier otro) ensayo filosófico, debido a mi pertinaz ignorancia en este campo, pero al fin y al cabo me guardo de este peligro advirtiendo, con ocasión o sin ella, que este blog es más un pensar en voz alta en tu presencia, que un proponer certezas. Y desde esta osadía, te propongo una sesgada y malinterpretada síntesis de este libro: cuando creemos que lo interesante de lo aleatorio reside en la libertad que nos da el hecho de que las cosas no salgan estrictamente como plateamos, que haya una desviación en esos planes tan extraordinariamente trazados por los poderosos, estamos perdiendo de vista lo más interesante. El acontecimiento político, la posibilidad de lo nuevo, tiene más que ver con los choques y encuentros que ocurren que por las desviaciones.

Es decir, efectivamente nada estuvo nunca "atado y bien atado" del todo. Siempre hay una indeterminación, que puede relacionarse con la libertad, sí, pero no nos quedemos ahí. La posibilidad de organización de otro poder nace de la naturaleza de los encuentros de quienes se desviaron de lo esperado. La cuestión no es tanto que dentro de los planes de los poderosos puedo encontrar mi manera de vivir una vida mía, sino el poder que tenemos según cómo nos encontramos o chocamos quienes nos salimos de esos planes.

Así, Meñique trata de organizar nuevos planes con los flecos que se escapan. Los aprovecha, los convierte en productivos. Miente, por ejemplo, sobre quién empujó a Bran, sobre sus intenciones aquí y allá, no tanto por ocultar, sino por provocar nuevos choques, aprovechando las indeterminaciones de los planes maestros de los grandes prohombres y semidivinidades. Es interesante porque no le vemos tejer un único contraplan, sino que tiene un horizonte abstracto que no termina de definir, pero que le permite infinitos juegos con la realidad tal y como sucede, para aprovechar las diferentes distorsiones y fallas de los relatos dominantes.

Con su muerte, la serie entra claramente en una nueva lógica: reestablecer los relatos de los poderosos. Tyrion y Varys trabajan para Daenerys y Meñique está muerto. Todo lo sucedido anteriormente sólo nos sirve para encajar que, efectivamente, Daenerys, Jon Nieve y Cersei no son contingentes, porque todos los que lo eran murieron. Esa es la mayor de todas las mentiras.

Meñique patinó por su escalera, pero en Desembarco del Rey, o en la Moncloa, o en la sede de BankCaixa, sólo tratan de imponer su cuento del orden. Quizás tengan una buena capacidad para prefigurar algunos movimientos en el tablero, pero nunca todos.

Intentan hacernos creer que no bailan, sino que desfilan, para evitar que podamos bailar también nosotros. Pero sus cálculos nunca serán TODOS los cálculos. Así que cabe preguntarse ¿qué haremos con nuestras indeterminaciones? ¿Las obviaremos para servir a los relatos ya en disputa, o haremos nuestros los espacios inesperados en los que nos vemos abocados a encontrarnos?

Comentarios

  1. Ah, vale...

    Pero date cuenta de que, en realidad, tanto Meñique como el Eunuco se siguen moviendo, más o menos clásicamente, en el campo del poder, es decir en lo que Althusser llama el del "materialismo racionalista" o idealismo encubierto, donde, en efecto, no se trata sino de ascender o descender niveles, peldaños, etc., en el ordenado caos que le es propio y donde un sujeto, en última instancia un E.T. (un Ego Trascendental), va a ser quien opere o juegue con ello. Lo que, analógicamente, quiere decir: ¡que es jugado por el juego!

    La cosa (quizá el paisaje, antes que el panorama) cambia cuando lo que se empieza a articular es lo siguiente: que el Inconsciente no es una escena, sino una fábrica.

    Entonces, pero sólo entonces, es cuando ya sólo hay materia y vacío. Entonces, pero sólo entonces, es cuando se puede decir que la dialéctica hegeliana es tanto o más idealista que la marxista o que Madonna, a decir verdad, es una chica tanto o más materialista que Gustavo Bueno.

    Y que ese es el verdadero lugar, no sólo de la política sino también de cualquier otro procedimiento de verdad.

    Ese es el caos que supone una ventana, o lo que es lo mismo, un cuadro. ¿A qué? A la nueva subjetivación.

    Ahí es cuando Hölderlin va a decir que vivir es defender una forma, o Rimbaud que, a partir de ahí, le será lícito poseer la verdad en un alma y un cuerpo, o Cézanne, pintando por enésima vez Sainte-Victoire, que él no pinta montañas sino cuadros y que lo debido es la verdad en pintura, por poner un puñado de ejemplos tomados en préstamo del arte.

    Y ahí es, asimismo, cuando uno deja de ser libre para estar obligado a serlo. Es cuando se acaba la estética y empieza el arte. Es cuando Proust, ese consejista yugoslavo, salta: "Nadie es libre ante la obra de arte"... Etc.

    En fin, a partir de ahí, uno tiene que atenerse a las consecuencias.

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    1. Totalmente. En ese aspecto, si tuviéramos que llevarlo a la serie (y está bien hacerlo, porque nos permite ver un escenario del que todos vemos, en principio, lo mismo, aunque esto nunca sea así), tengo mis esperanzas puestas en Sir Davos, lord Cebolla. Quiero dedicarle una entrada más adelante, y creo que ahí podremos derrapar bastante sobre la ventana.

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    2. Por supuesto, desde que Arya volvió a casa como el Almendro, no espero nada de ella, pues vuelve a ese paso anterior a Meñique.

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  2. Bueno, se puede esperar lo esperado, calcular lo calculable, pero poco más. El final será aburrido, eso está claro. Es decir que, seguramente, lo que pase va a cumplir cierta lógica.

    Es como lo que tú dices del relato.

    En fin, siendo ingleses, a más de los precedentes que ya se tienen de otras temporadas, es muy probable que acabe como matadero-Shakespeare.

    Sólo que en una novela (ejemplo tipo del relato: la novela familiar): uno puede morir; en un sueño: no.

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    1. Y quizás mientras, como espectadores, aplaudamos la representación del cierre de fiestas de todas las posibilidades abiertas. Es verdad.

      Pero, quizás también, nos sirva para darle vuelta a la perola.

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